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    El Rithmatista | Brandon Sanderson

    Lilly corría por el pasillo. De pronto se le apagó la lámpara y la arrojó a un lado, esparciendo petróleo sobre el papel de pared y la suntosa alfombra. El líquido brilló a la luz de la luna La casa se hallaba desierta y silenciosa, salvo por la respiración aterrorizada de Lilly. Había renunciado a gritar. Al parecer nadie la oía. Era como si la ciudad entera hubiese muerto. Lilly irrumpió en la sala de estar y se detuvo, sin saber qué hacer a continuación. Un reloj de péndulo hacía tictac en el rincón, iluminado por los rayos de luna que entraban a través de los ventanales. Los edificios de la ciudad, de diez pisos de altura o más, se recortaban más abajo, con las vías del resortrén entrecruzándose entre ellos. Era Jamestown, el hogar de Lilly durante dieciséis años, toda su vida.